El ser humano es el animal por excelencia que se define por su capacidad de producir y de atesorar más de lo que necesita. El progreso de la humanidad está muy relacionado con el incremento de esacapacidad.
Esta capacidad tiene un defecto y es que, si bien puede producir mucho más de lo que necesita de algunas cosas, no puede producir todas las cosas que necesita. De esto surge la especialización y el comercio en forma de trueque al principio. Pronto se inventa la moneda como medio de acumular un valor en algo abstracto facilitando el intercambio y de paso la acumulación de propiedad en forma de dinero.
Es cuando el ser humano empieza a tener valor acumulado en forma de dinero cuando se plantea la necesidad de proteger su valor tanto ante la pérdida y el robo como por efecto de la inflación.
La inflación la provocaban normalmente los reyes que recurrían demasiado fácilmente a emitir más moneda con lo que la depreciaban. La moneda era tanto más fuerte como la economía del reino que la emitía.
Para proteger el dinero contra la pérdida y el robo, se empiezan a desarrollar modos de guardarlo con seguridad, modos de transportar su valor sin transportar la moneda misma como las cartas de crédito que son ya muy habituales en el renacimiento.
Y para proteger el dinero contra la pérdida de su valor, se presta dinero a quien puede devolverlo con un interés obteniendo un título de crédito (los “bonos” u “obligaciones”) o se entrega en forma de capital a quien puede hacerlo rentar a cambio de títulos de propiedad (las “acciones”).
Por tanto, habrá una gran diferencia en el éxito de cada persona y grupo social si se dedican simplemente a guardar el exceso de producción
debajo del colchón o en una cuenta corriente, ahorrarlo en un depósito, especular con ello o invertirlo. Son diferentes estrategias para acumular dinero que solemos confundir. Como se trata de nuestro dinero es importante comprender la diferencia.
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